Ojoscilobatiente

por Iria Otero Fernández

La noche previa, el archiconocido sentido de la fatalidad permanente había sugerido repasar minuciosamente aquellos planos. Maríaensoñación, que tenía ganas de marchase por la puerta grande del hemisferio derecho, se había negado en rotundo emitiendo un Sueño de reposición habitual en la parrilla nocturna de aquel muchacho.

Y ahora, ahora que por fin había logrado escapar de su propia cabeza; se hallaba perdido en el interior de otra de similares características intentando comprender cómo había llegado hasta allí y por dónde había entrado.

Tras una primera exploración, concluyó que su cabeza y en la que se encontraba en ese instante, eran dos cabezas adosadas, ya que la arquitectura y distribución eran simétricas. Seguramente algún salvoconducto doméstico que atravesaba la chimenea de pensamientos había provocado un falso contacto.

Más tranquilo, se quitó el chubasquero de tristezas y se dejó guiar por su vena cotillil hasta el pasillo central donde había dos ojos grandes, rectangulares, por donde entraba la luz. Le sorprendió encontrarse dos ojos oscilobatientes allí, ya que pensaba que eran más propios de cocinas, baños y áticos en general. En cualquier caso, dedujo que estaría dentro de alguien al que solo le gustaba observar para ventilar sus recuerdos sin ánimo de conocer ni captar otros nuevos.

De pronto un impulso. De pronto abrió las ventanas. De pronto un estornudo. De pronto los dos en el vagón de tren. De pronto alguien dice “hola”. De pronto                        mi cabeza.